“Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”   (1 Pedro 5:8)

“¿Ha estado usted alguna vez desalentado?” me preguntó el inquisitivo hombre que estaba frente a mí.  Era como si estuviera tratando de descubrir si quizás detrás de mis ojos se hallara escondido un poder secreto que, como la electricidad hace funcionar todo tipo de aparatos, me hiciera continuar con serenidad y con hambre por la palabra de Dios.  Él no sabía de las largas noches en vela cuando mojaba mi almohada con lágrimas, cuando muy dentro de mi ser, mi alma añoraba aquellos a quienes más amo.  Él no sabía de la frecuente lucha para concentrarme, aunque sea por un ratito, entre los gritos de hombres amargados que llenan el lugar con su lenguaje soez.  Él no sabía de los muchos sueños destrozados, de los proyectos destruidos, de la prometedora carrera terminada, y sobre todo, de lo infame de una condena injusta.  ¡Él no sabía de las veces en que he estado al borde de darme por vencido!

LA EFECTIVA HERRAMIENTA DE SATANÁS

El desaliento es una de las más efectivas herramientas que Satanás usa para separar a los cristianos de su Señor, para detenerlos en el desarrollo de una relación más cercana con Él, y por tanto, de crecer espiritualmente.  Satanás, el enemigo de nuestras almas, se especializa en hacer que los creyentes sientan que son pecadores baratos, que no son diferentes a los demás, y por tanto, inmerecedores del Nombre.  Siempre, a la menor oportunidad cuando los cristianos fallan, les susurra en los oídos, “¿no te das cuenta de cuán frecuente pecas? ¡Nunca estarás a la altura de lo que Dios espera de ti! ¡Estás completamente perdido!”

¡Pero eso no es verdad! Satanás quiere que creamos la mentira y tiremos la toalla, derrotados por su constante persuasión.  Muchas veces he visto cristianos que llegan a tal punto, y en vez de buscar a Dios de todo corazón, caen en la trampa de Satanás y regresan a sus costumbres antiguas mezclándose con el mundo y viviendo una vida miserable.  Algunos salen del sistema, pero sólo por un corto tiempo, y luego regresan con una nueva sentencia.

La verdad es que sí pecamos debido a la vieja naturaleza que todavía está en nosotros, pero no somos dados al pecado, no lo practicamos como hábito.  En nuestra nueva naturaleza somos sin pecado.  Las Escrituras dicen que: “Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede pecar porque es nacido de Dios.” (1Juan 3:9)

Una vez conocí a un hombre de edad conocido como “AC”.  Tan pronto como un nuevo Cristiano llegaba al dormitorio B, inmediatamente se le acercaba para preguntarle contenciosamente: “¿Eres salvo?”  Ante la respuesta afirmativa, AC le volvía a preguntar: “¿Pecas?”  Después que el Cristiano lo admitía, AC abría su biblia en Romanos 6:23 y leía: “Porque la paga del pecado es muerte…” y continuaba, sarcásticamente y con complacencia, a demostrar que los cristianos están todos condenados a muerte y al infierno porque no son libres de pecado.  AC no leía ni comprendía la segunda parte del versículo, “… más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”  Es solo por el regalo de Dios a través de Jesús, quien murió por todos nuestros pecados, que tenemos vida eterna, no porque seamos sin pecado.  El hombre no puede lavarse a sí mismo del pecado, pero cuando confiesa sus pecados a Dios, “Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.”  Así que, no te desanimes por la aflicción del pecado, sino confiésalo al Señor.  No lo escondas, porque no hay nada oculto a los ojos de Dios.  No los retengas contigo porque te hará daño, sino dáselos a Él de corazón contrito y deja que Él te limpie.  Y continúa peleando la buena batalla de la fe, sirviendo al Señor en tu vida diaria.

SÓLO A LOS CRISTIANOS SE LES ESPERA SER SIN PECADO

¿Te has dado cuenta que entre todas las religiones se espera sólo de los cristianos que sean sin pecado?  Satanás le ha enseñado al mundo a esperar que los creyentes no pequen, y cuando lo hacen, él los arrincona usando todo medio posible para desprestigiarlos, tratando de destruir el testimonio de Cristo en ellos.  “¿Has visto a ese hombre?” el abogado del diablo criticará, “¿viste lo que hizo o lo que dijo? Y ¡Mira! ¡Lee la biblia y dice que es Cristiano!”  Y continúa así, convenciendo a los creyentes que como no pueden ser sin pecado, les es mejor dejar de leer la Biblia o dejar de estudiar y orar con otros, busca convencerlos de dejar de ir a las reuniones, de abandonar la lucha, porque, después de todo, “no son dignos del llamado”.  Pero no dejes que engañe, sino más bien considera lo que dice la Escritura: “resistid al diablo y huirá de vosotros.”  El Señor Jesucristo no murió para que los Cristianos andaran por ahí derrotados, desalentados y deprimidos, sintiendo lástima por sí mismos.  Es tiempo de despertar, tomar la armadura del Señor y contraatacar.

COMO UNA ARAÑA

Satanás odia todo y a cada uno que exalta el nombre de Cristo.  Se complace a sí mismo viendo cristianos espiritualmente enanos, malnutridos y enfermos.  Él los quiere paralizados.  ¿Has visto alguna vez cómo una araña paraliza a su víctima, una vez que ha caído en su red, envolviéndola con hilos casi invisibles? O, ¿has visto cómo una serpiente paraliza a su víctima con su mirada dominante infundiendo un terrible miedo?  Así hace el diablo con los creyentes.  Primero los detiene de hacer lo que se supone deben estar haciendo, sirviendo al Señor, luego los envuelve o hipnotiza con malos pensamientos y tentaciones, y una vez que están estáticos, rendidos, los devora.  Las escrituras nos amonestan a ser “sobrios y velad porque vuestro adversario el diablo, anda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1Pedro 5:8)

POR EJEMPLO EL REY DAVID

Desde tiempos antiguos el mismo adversario ha estado haciendo lo mismo.  De todos los bien conocidos personajes de la Biblia, consideremos al Rey David.  En el II libro de Samuel se nos dice que David fue coronado rey de Israel(capt. 5) y había traído el Arca de Jehová a Jerusalén con gran gozo (capt. 6), Dios le prometió una casa (capt. 7), y le dio victoria en las batallas y fama (capt. 8, 10).  ¡Lo tenía todo!.  A los ojos de Dios era amado, un hombre conforme al corazón de Dios.  Obviamente Satanás odiaba esto y sutilmente trató de derribar a David.  Leemos en el capítulo 11 que David decidió quedarse en Jerusalén cuando era tiempo de guerra.  Flojeó.  Quebró la vigilia.  “Caminando por el terrado de la casa real vio a una mujer…“  Satanás estaba andando alrededor del palacio “buscando a quién devorar.”  Él pensó que si pudiera destruir a David, la promesa del Rey eterno que debería venir de su descendencia, nunca sería cumplida, y por tanto, las palabras de Dios caerían en completo descrédito.  Satanás no podía tener un blanco mejor.  Había convencido a David que pusiera sus responsabilidades de lado para quedarse en casa y “relajarse un poquito… no seas tan duro contigo mismo…”  Y sabemos el resto de la historia, como un pecado llevó a otro hasta que terminó en asesinato.  ¡Satanás lo había devorado!  Pero, gracias a Dios, ese no es el final de la historia.  Cuando fue confrontado con sus pecados, David se arrepintió de corazón.  Aún tuvo que sufrir la consecuencia de su pecado (su hijo murió), pero más adelante fue restaurado en comunión con Dios y su reinado fue afirmado.  En momentos de desaliento y pena David se cogió de las promesas y del amor de Dios.  Creyó en Dios, como había creído cuando tuvo que esconderse de Saúl, yendo de cueva en cueva, pacientemente esperando que la promesa de Dios se hiciera realidad.  La palabra de Dios le sostuvo.  La palabra de Dios te sostendrá a tí también.  Recuerda que en tiempos de prueba, desaliento o aflicción, un cimiento sólido en la palabra de Dios y una relación con Él te habilitará para pasar por cualquier cosa, y sin embargo todavía creer, todavía tener esperanza.

LOS AMADOS NUESTROS

Tal vez estás desalentado porque has perdido un querido miembro de tu familia y ni siquiera pudiste decirle “adiós… “, y te has vuelto resentido contra el sistema que no te permitió estar presente en los servicios funerarios; y pueda que a veces te resientas contra Dios porque tomó la vida de una de las personas a quienes amas más.  Sin embargo, a pesar de lo dura que sea la pérdida, tenemos que recordar que la fe en Dios no nos garantiza una vida libre de pruebas y dolores, libre de enfermedad y muerte.  No es sabio demandar que Dios se adecúe a nuestras expectativas para hacer tal como deseamos.  Una vez leí la historia de un predicador que trabajaba duro esparciendo la palabra de Dios a todo lugar a donde iba.  Le caía bien a la gente, algunos fueron salvos, y muchos solventaron sus necesidades.  La vida se desenvolvía exitosamente para él, pensó, hasta que un día a su esposa se le diagnosticó cáncer y murió pocos meses más tarde.  En su desesperación se quejó a Dios amargamente: “¡tantos años te he servido, trabajando duro, y ¿así es como me pagas?…!”  De ahí en adelante renunció, puso a Dios de lado, y regresó al mundo.  Él perdió la bella oportunidad de glorificar a Dios en medio de su dolor.  Perdió la oportunidad de enviar piedras preciosas a su cuenta en el cielo, porque es en medio del dolor cuando las lágrimas ofrecidas a Dios se convierten en hermosos diamantes ante Él (1Corintios 3:12).  ¿Recuerdan a Job? ¡Qué tal ejemplo de fe!  Después de perder sus hijos, siervos y posesiones, bendijo a Dios: “… Jehová dió, y Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito.” (Job 1:21b).

Es difícil, especialmente cuando uno está lejos, recibir noticias de que tus seres queridos están enfermos, en necesidad, o saber que uno de ellos ha fallecido.  Todo lo que quisieras hacer entonces es estar allí para ayudar, para arreglar los problemas, para atender sus necesidades, para consolarlos y ser por ellos consolado por la pérdida.  Pero no puedes, y por tanto, una gran frustración crece dentro de ti y hace que tu pecho se inflame como si estuviera a punto de reventar.  En ese momento tienes la elección de contenerlo y mostrar lo que se le llama “naturaleza de macho” y dejar que se convierta en resentimiento y amargura, o puedes clamar al Señor y derramar tus cargas y penas ante Él para que seas liberado y consolado.

ESTÁ BIEN LLORAR

Los hombres lloran.  Es bueno que los hombres lloren.  El mundo nos ha enseñado erróneamente que sólo los maricas lloran, pero no es así.  Dios nos hizo con emociones.  Está bien derramar nuestros corazones a Dios con lágrimas.  El rey David es un buen ejemplo de un hombre valiente, un bravo guerrero, quien clamaba a Dios en sus momentos de aflicción.  Él escribió en el Salmo 6:6-7: “Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas.  Mis ojos están gastados de sufrir…”

Conocemos a Jeremías como “el profeta llorón”, un hombre de corazón sensible que lloraba por la dureza de corazón del pueblo de Israel hacia Dios.  Él escribió: “Mas si no oyeres esto, en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia, y llorando amargamente se desharán mis ojos en lágrimas…” (Jeremías 13:17).  Y el Evangelio de Juan dice que “Jesús lloró”.

Llorar equilibra nuestro sistema humano.  Cuando lloramos, nuestras lágrimas drenan los desequilibrios del cuerpo causados por estrés, penas o preocupaciones y produce en cambio un alivio emocional.  Tu pecho se siente normal.  Te es posible respirar mejor y tu mente puede enfocarse.  Llorar es uno de los mecanismos con el que el Señor ha equipado nuestro cuerpo para mantenerlo emocionalmente saludable.  No temas llorar delante de Dios.  Él está siempre allí, dispuesto a consolar tu corazón y secar tus lágrimas.

¿TE SIENTES ABANDONADO?

Tal vez estás desalentado porque tu cónyuge se divorció de ti y se ha llevado a tus hijos.  Tal vez han desaparecido y no oyes de ellos en absoluto y anhelas noticias, una carta que te diga que están bien, que no se han olvidado de ti.  Muchas veces las familias tienen una legítima razón para evitar contacto con alguien que les ha hecho daño.  No quieren ser heridos otra vez, y entonces, como una manera de auto-protección, huyen.  Pueda que no oigas de ellos, pero por cierto puedes orar por ellos, para que te perdonen y te den la oportunidad de mostrarles como el Señor te ha cambiado.  Recuerda que no puedes cambiar el pasado, pero al caminar con Dios puedes ayudarlos a tener confianza en ti.  He visto a hombres deprimirse debido a la dura situación familiar que tienen que encarar, quienes sintiéndose sin esperanza, tratan de matarse.  Dentro del sistema, es triste decirlo, uno es testigo de situaciones como esa, uno oye de hombres que se cortan las venas o se cuelgan.  Se sienten abandonados, sin valor, terminados.  Si tú te sientes así, déjame apelar a que consideres estas palabras: “Mi carne y mi corazón desfallecen: Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” (Salmos 73:26)

EL SEÑOR ES TU PORCIÓN

No lo has perdido todo.  El señor puede ser, si no lo es ya, tu porción, la más preciosa posesión que hayas podido tener.  Y es por toda la eternidad.  En Isaías 41:10 dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”  Lo hará si se lo permites.  Él es el “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3).  Él conoce y comprende aún los sentimientos más profundos de tu corazón.  El Señor fue también abandonado (no por alguna falta suya) por sus amigos en el Monte de los Olivos, y en la cruz por su propio Padre.  Él puede comprender tu sufrir.  A Él puedes ir en plena confianza de que serás aceptado, consolado y amado.  Pero la elección es tuya.  Puedes hundirte en tu propio pesar y dejar que Satanás te destruya, o permitir al Señor que te rescate, te levante y lleve a través de este tiempo “hasta que pasen los quebrantos”.

FAMILIARES Y AMIGOS PERDIDOS

Tal vez seas un joven cuyos padres, familiares y amigos han cortado toda comunicación contigo.  Y tú has tratado de reemplazar su afecto juntándote con el grupo equivocado, solo para darte cuenta que tus “patas” de hoy pueden ser mañana tus peores enemigos.  Tal vez nadie viene a visitarte, nadie te escribe, nadie pone dinero en tu cuenta.  Te sientes abandonado, olvidado, desdeñado por todos.  A ti, la palabra de Dios te dice:  “Aunque mi padre y mi madre me dejaren, con todo, Jehová me recogerá.” (Salmos 27:10).  Y otra vez dice, “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, Yo nunca me olvidaré de ti.” (Isaías 49:15)

VIEJO ANTES DE TIEMPO

Una vez un amargado joven me dijo: “Yo soy un viejo en el cuerpo de un joven.”  Él estaba llevando su miseria en vez de dársela a Dios.  Tú no tienes que hacer eso.  Puedes venir a Cristo ahora mismo y darle la oportunidad de cambiar tu vida.  A pesar de tu pasado, Él puede limpiarte de tu pecado; solo Él puede cambiar tu desdicha en gozo, tus luchas en paz, tu resentimiento en amor.  Sólo Él puede liberarte y llenar el vacío que sientes dentro.  Sólo en Cristo encontrarás un propósito para tu vida y certeza para el futuro.  Sólo en cristo puede un ser humano hallar completa realización.

FALSAMENTE ACUSADO

Tal vez estás desalentado porque has sido falsamente acusado y estás en prisión pagando por un crimen que no cometiste.  Es una pesada carga de llevar.  La razón te dice que tienes todo el derecho de estar completamente resentido, de no perdonar, de odiar a aquellos que falsamente te acusaron.  Es un sentimiento natural y legítimo.  “¡Véngate!” el diablo susurrará.  Pero la palabra de Dios dice diferente: “No paguéis a nadie mal por mal…No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” (Romanos 12:17-19)

En vez de tener amargura contra la gente que te hirió, puedes orar por su salvación, porque solo entonces  tal persona se dará cuenta de cuán terriblemente sus mentiras han dañado una vida inocente.  No es fácil de hacer, lo sé, pero te reto a que dejes que el Espíritu Santo te guíe, y verás cuán maravilloso descanso traerá dentro de tí.  Sin embargo, si eliges mantener tu resentimiento, debes saber que una vez que la amargura desarrolle raíces dentro de tu corazón, te consumirá como la plaga marchita un árbol florido.  Y tu corazón será lleno de sentimientos de amargura hacia todos, aún hacia aquellos que te aman y quisieran serte de ayuda.  En el mundo que nos rodea vemos muchas personas cuyo odio hacia otros fluye naturalmente de sus corazones:  actitudes racistas, odio hacia los demás, lenguaje profano, crítica no solicitada, culpando de todo a alguien más.  La amargura se ha enraizado en ellos.  Pero tú puedes escapar de ello.  Hoy tienes la oportunidad.

LAS DIVISIONES DESALIENTAN A LOS SANTOS

Tal vez estás desalentado por las divisiones que ves entre la Cristiandad: ésta denominación y la otra siguen diferentes doctrinas, ambas hechas por hombres, y bajo diferentes nombres.  Sin embargo todas proclaman estar correctas y poseer la verdad. Terminas confundido y no sabes a cual creer y cual seguir.  Recuerda que la palabra de Dios es verdad, que hay solo un cuerpo, una Iglesia de la cual Cristo es la cabeza (Efesios 1:22-23) y la Iglesia de Cristo no es hecha por hombres.

FRUSTRACIÓN

Tal vez estás desalentado por la parcialidad del capellán, los desacuerdos en el coro, la indiferencia hacia tus específicas necesidades espirituales, los rumores necios.  Frustrante como es, el Señor conoce las buenas intenciones de tu corazón.  Él valora tu contribución y está siempre deseoso de proveer para tus necesidades, “…porque Él dijo: No te desampararé ni te dejaré.” (Hebreos 13:5b)

LA INCONSISTENCIA DESALIENTA

Tal vez estás desalentado debido a la repetida inconsistencia que ves en la vida de muchos cristianos carnales y te preguntas si alguna vez crecerán espiritualmente.  Los ves caminar con un pie en el Señor y el otro en el mundo.  Participan con sus “compinches” en la continua perversión del ambiente, quebrando negligentemente las reglas o la ley y desafiando la autoridad, y sin embargo, los domingos los ves en el servicio de la iglesia, involucrados activamente como si nada estuviera mal.  ¡He ahí los fariseos de hoy! Y todavía lo más repulsivo es darse cuenta que algunos de ellos son “falsos cristianos”, aquellos quienes, como Pablo escribió,  “entran para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud.” (Gálatas 2:4).  Tienen apariencia de piedad, pero son lobos vestidos de ovejas.  Buscan alabanza y atención a sí mismos usando la palabra de Dios para beneficiar sus propios vientres.  Son siempre inconsistentes: lo que afirman con su boca, lo niegan con su caminar.  Usan el nombre de Cristo para aprovecharse de hermanos sinceros induciéndolos sutilmente a someterse a su autoridad o conocimiento, y cuando alguien rehúsa, difaman su buena reputación con falsos rumores.  Creen saberlo todo, siempre están en lo correcto, son demasiado justos para ser humildes, para admitir sus faltas.  Y odian a todo aquel que camina rectamente delante de Dios.

LA HIPOCRESÍA DESALIENTA

Conozco a un hombre que fue golpeado a traición por uno de esos que, en algún tiempo, solía pararse delante de la asamblea para predicar.  Afirmaba ser un diácono en la Iglesia, pero era en verdad un siervo de corrupción, lo que Pedro llama “fuentes sin agua, nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre”.” (2 Pedro 2:17).  Huye de los tales.  Y en vez, pon en práctica las exhortaciones dadas por Pablo:  “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, predica la palabra, insta a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende y exhorta con toda paciencia y doctrina.” (2 Timoteo 4:2,5).  Hay mucho que hacer en la casa de Dios.  ¡No tenemos tiempo para desperdiciar en desaliento!  Como siervos de Cristo, no tenemos derecho a desalentarnos, sino que por el contrario, debemos servirle en todo lo que hacemos y en todo lo que decimos, obedeciendo sus mandamientos y haciendo su voluntad, completamente ocupados en los asuntos de nuestro Maestro mientras esperamos su pronto regreso.

LIBERTAD CONDICIONAL NEGADA

Tal vez estás desalentado porque te han negado libertad condicional, o te han dado una larga “postergación”, o tal vez el sistema ha cancelado tu “salida a corto plazo” sin tener razón.  Tal vez no tengas un lugar a donde ir cuando seas puesto en libertad, y las “casas de alojamiento temporal” están llenas.  Pero, cualquiera que fuera la razón, recuerda que “todas las cosas son posibles con Dios”.  Debemos creer contra los crudos hechos de la realidad, debemos esperar contra desesperanza.  El profeta Jeremías clamó,  “¡Óh, Señor Jehová! He aquí tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, no hay nada que sea difícil para tí” (Jeremías 32:17).  El Señor puede obrar en los corazones de las personas en autoridad para hacer que tu liberación sea posible en su tiempo, pero, mientras tanto, puedes crecer espiritualmente.  Puedes desarrollar una relación más cercana con Dios en completa dependencia de Él, confiando en sus manos la cosa más importante, la cual esperas con ansiedad: tu libertad.  Deja que libere tu corazón de toda atadura.  Y en vez de estar deprimido, en vez de volverte resentido hacia Dios o desviarte de su camino, puedes elevarte por encima del alambrado de púas hacia el cielo y ser un testimonio que traiga honor y alabanzas a Dios.  Puedes dejar que el Señor te moldee y fortalezca tus áreas débiles, preparándote para las oportunidades que vendrán en tu camino.  Recuerda que Dios no desperdicia sus recursos.  Hay talentos en tí que de seguro pueden ser usados en la vida de otros, y Dios está dispuesto a refinarlos, pero,… ¿lo estás tú?

M. Rodríguez

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